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La crisis dio de pleno en el mundo del diseño, y Enric Jardí, uno delos diseñadores gráficos más reconocidos de Barcelona, no fue inmune a ella. En 2010 su estudio, que había llegado a contar con ochopersonas, empieza a retroceder. Los clientes se esfuman. Y los pocosque quedan «huelen sangre» y tratan de aprovecharse de él. Enric se ve obligado a despedir a sus trabajadores uno a uno. En el ámbitopersonal, surge una profunda crisis. No es ni la de los cuarenta ni la de los cincuenta, le pilla con cuarenta y seis.En esa época Enric empezó a publicar en internet una serie de imágenes que llama Weekly Garden Thoughts, un juego de palabras con suapellido que podría traducirse de manera frugal como «Reflexionesgráficas de Enric Jardí». De alguna manera, los Weeklies le salvan lavida. Le permiten romper con la rutina de los encargos («Queremos unproducto fresco pero comprometido, desacomplejado pero culto, urbanopero transversal») y reflexionar sobre los asuntos que más lepreocupan, como el amor, la felicidad o la muerte.Enric Jardí recopila ahora estos pensamientos gráficos en un libro dediseño que se parece mucho a un diario personal, a un álbumfotográfico y a un ensayo filosófico, y que lleva por título uno delos Weeklies que mejor reflejan lo que sintió en aquellos tiempos: que la vida es corta, que hay que aprovecharla y que es importante decirlo que uno piensa.